Mujer con Palma, 1963

Pieza del mes
Diciembre 2017

Mujer con Palma, 1963

Colección particular

Mujer con palma, 1963, Óleo sobre tela, 160 x 100 cm, Colección particular

La idea de lo “sublime” como categoría en el terreno de la estética moderna,[1] se configuró por medio de las discusiones de teóricos que, preocupados por entender la relación entre el observador y la realidad, colocaron en el centro del debate la noción de “percepción”, y plantearon distintas ideas acerca de los efectos que tenían los objetos sobre los sentimientos, las emociones, el pensamiento, la imaginación y el gusto del receptor. Una de las principales aportaciones fue la de Edmund Burke, quien en su Indagación sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello, escrito en 1757,[2] la abordó con énfasis en la manera en que ciertos objetos de la realidad afectan la sensibilidad humana y la forma en que la misma responde. Burke concibió lo sublime como un terror placentero causado por ideas como la eternidad, la infinitud, los poderes amplios y por todo lo que amenazara con anular los sentidos humanos. El receptor no se enfrentaba a un peligro real, el temor era sólo una sensación y de esta manera podía experimentar placer.

El arte no tardó en vincularse con estas concepciones y en el campo de la pintura lo sublime se relacionó principalmente con el género del paisaje, mediante el cual se exaltaba la sensación que percibe el ser humano ante la magnificencia de la naturaleza, que lo rebasa y pone de manifiesto su fragilidad y pequeñez. Esto provoca un temor, que a su vez está contenido, pues por medio de la pintura, el hombre podía ser testigo de la fuerza de la naturaleza sin encontrarse en peligro inmediato.

En noviembre de 1972 el diario The News publicó un artículo titulado “The Gallery Goer. Redefining the Sublime” autoría de Toby Joysmith, quien después de realizar una visita al estudio de Ricardo Martínez calificó su obra como una “redefinición” de lo sublime.[3] El crítico se refería específicamente a la producción plástica realizada después de 1959, momento en que el artista había ya configurado su estilo personal y tomó como ejemplo el cuadro Mujer con palma, que se presenta en esta ocasión como pieza del mes. Joysmith comparó a Martínez con William Turner (paisajista inglés activo a finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX, cuyo trabajo constituye uno de los más claros ejemplos de lo sublime), destacando similitudes formales entre ambos, en específico el aspecto brumoso de las imágenes, que Turner lograba por medio de pinceladas rápidas y sueltas, y Martínez a través del difuminado.

La observación de Joysmith es importante porque presenta una manera distinta de mirar la obra de Martínez y permite revisarla tomando en cuenta sus deudas con la tradición teórica y plástica, así como sus innovaciones. Por medio del vínculo con la categoría dieciochesca, es posible apreciar la particular manera de representar la interacción de la figura humana con la naturaleza en Mujer con palma, tema que el artista trabajó ampliamente a lo largo de su actividad.

En esta obra, el pintor construye una conexión armónica entre la figura humana y la naturaleza a través de distintos elementos formales. Por medio del magistral manejo de la luz, que ilumina a la palma en su totalidad y se extiende hacia las partes del cuerpo con las cuales este elemento natural entra en contacto, manifiesta el asunto principal del cuadro: el vínculo entre la mujer y la naturaleza. Asimismo, a través del uso del difuminado, Martínez alude a la atmósfera que rodea a la figura, resaltando nuevamente esta interrelación. El claroscuro o contraste dramático de luces y sombras, logrado a partir de aplicaciones luminosas sobre un fondo oscurecido, brinda una sensación de misterio, elemento también característico de lo sublime.

Lo novedoso de Ricardo Martínez en este tipo de obras consiste en el tratamiento de una particular manera de comprender la aproximación del hombre con la naturaleza. Si bien, por medio del despliegue de su técnica logra mantener las sensaciones de respeto y misterio, propias de lo sublime dieciochesco, el artista ya no muestra una naturaleza amenazadora e inquietante, sino una que es proveedora y cercana al ser humano. He ahí, su redefinición de la categoría.

Aurora Avilés García
Investigadora