"La Llorona"
Pieza del mes
Junio 2016
"La Llorona"
Hollando entre nosotros
El gran artista Ricardo Martínez de Hoyos y mi padre, José E. Iturriaga, fueron amigos tan entrañables que hace casi sesenta años, en ocasión de un cumpleaños, el maestro le obsequió un cuadro de su pincel. Fue una “Llorona” y crecí viendo destacar su misterio azulísimo sobre un muro blanco. Me intrigaba la mujer de largos cabellos sueltos que flotaba sobre el suelo huyendo de cinco perros o lobos con hocicos abiertos, mientras que en un cielo nuboso había una luna negra. Mucho después, cuando mi padre me regaló este cuadro que admiraba desde mi infancia, vi que estaba fechado en el “54” y lució en muros de las casas sucesivas en que he vivido los últimos veinte años.
Luego, en 2006 tuve un apuro económico y con pesar me propuse vender el óleo. Se me ocurrió consultar al maestro Martínez de Hoyos, siendo vecinos en Cuernavaca, sobre alguno de sus coleccionistas, pero aunque lo tuve en el teléfono no me atreví a expresarle mi intención. Cuando le dije mi nombre me interrumpió de inmediato con cariñosas expresiones de remembranza acerca de su vieja amistad con mi padre. Y cuando le dije: ¿recuerda, maestro, un cuadro de “La Llorona” que le regaló a mi papá?, no pasó un segundo antes de que me contestara entusiasmado:
-¡Claro que sí! En azules plúmbago, se la di recién pintada… Fue hace muchos años… yo quería mucho a Pepe…
Le informé que mi padre estaba bien y vivía en Coatepec. Tenían décadas de no verse y le mandó un caluroso saludo, despidiéndonos cordialmente, sin que yo cumpliera mi prosaica intención que me impulsaba a desprenderme del cuadro (lo cual finalmente por fortuna no hice).
* * *
Cuando seis años después, a principios de 2012, la editorial Grijalbo que debía publicar mi novela Linaje de brujos (aparecida en septiembre de ese año) me envió el proyecto de portada en archivo PDF, un escalofrío recorrió mi espalda, pues ¡la imagen que me proponía la editorial, era mi “Llorona”! Estaba seguro de no haberme desprendido de ella ni haberla prestado a nadie para ser fotografiada.
Corrí a verificar que mi cuadro seguía en su sitio y sí: ahí estaba; sólo entonces noté que la mía se desplaza vista de perfil pero con la cara volteada hacia el espectador, perseguida por cinco cánidos, con luna y nubes de fondo, mientras que en la reproducción que quedó finalmente como portada de mi libro, la mujer va toda de perfil, sin voltear, y se le distinguen los senos, huye de ocho animales y no hay luna ni nubes. Pero los colores, la composición y el tema son exactamente los mismos.
Llamé de inmediato a la editorial para indagar el asunto: algún funcionario de allí, que había visitado la reciente exposición del connotado pintor en el Museo de la Ciudad de México, recordaba ese cuadro y lo propuso para la portada; obtuvieron la autorización y la fotografía con la Fundación Ricardo Martínez.
Conseguí el teléfono y llamé a Pablo Martínez, hijo del maestro, le platiqué la historia de mi “Llorona” y el telefonema que hice a su padre y le pregunté acerca de la otra “Llorona”, la de la portada de mi libro. Entonces entendió lo sucedido y me lo explicó, no sin azoro: mi llamada a don Ricardo, en el 2006, le había revivido el recuerdo del cuadro y lo volvió a pintar de memoria, con impresionante precisión en cuanto a los colores y composición, aunque con variantes más que explicables si recordamos que el maestro tenía entonces ¡ochenta y ocho años de edad! El original lo había pintado a los treinta y seis.
Extraordinaria réplica de estado de ánimo, memoria y amistad ¿nostálgica? que el maestro tuvo tras mi llamada.
José N. Iturriaga.
Noviembre de 2013.
Las Lloronas
de Ricardo Martínez
La llorona es una figura que Ricardo Martínez representó en cuatro ocasiones con distintos elementos, como los perros, los hombres que la siguen y la luna que la testifica. En 1954 realizó la primera y después de cincuenta años ejecutó la última, como cuenta José Iturriaga en su texto titulado “La Llorona…”
La cuarta y última Llorona, fechada en 2004, fue la obra que llevó a Iturriaga a escribir el texto que acompaña a la “Pieza del mes” de enero,
cerrando así el círculo de variaciones alrededor de un mismo tema. Esta Llorona fue exhibida por primera vez en la exposición retrospectiva del artista en el Museo de la Ciudad de México en 2011.